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¡Benedicto XVI, por siempre!

¡Benedicto XVI, por siempre!

Estimados amigos, fieles lectores de JUDKMI, me alegra volver después de un considerable tiempo alejado de este segmento de Opinión, pero no aislado de nuestra realidad local, nacional e internacional. Un tema, que de seguro como muchos de ustedes ya sabrán, y que ha abarcado grandes publicaciones, dedicaciones en la prensa escrita, televisiva, hablada y por la red, es la renuncia al Pontificado de parte de Su Santidad, Joseph Aloisius Ratzinger, nacido en 1927, Benedicto XVI. Efectivamente amigos, el Papa renunció, dimitió, abdicó, cesó, rehusó a continuar su Gobierno Papal, al frente de nuestra Santa Iglesia Católica. Y tiene sus razones. Ahora bien, nosotros como católicos, defensores de la verdad y de nuestra fe, somos conscientes de que nuestro Santo Padre estaba decayendo en fuerzas para seguir con su gran apostolado, como lo es guiar el camino de la Iglesia, la ´Barca de Pedro´. Esto sucedió mientras los Cardenales estaban reunidos con Él, en un Consistorio, para analizar y ver las futuras causas de canonización… En eso, Benedicto XVI dijo lo que tal vez, para dentro de sí, tenía que haber dicho antes, pero como Dios siempre sabe lo que hace, lo dijo en su momento: “…Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio Petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando…Para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto…con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas (02:00 p.m., hora peruana), la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice… Pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria”. Estas fueron exactamente las palabras que expresó el Papa Benedicto XVI el pasado lunes 11 de febrero, en latín.

Yo descansaba, era lunes, en eso leí la noticia: “Benedicto XVI, renunció”. No voy a negar (y no tendría porque hacerlo), que me causó conmoción entera por este hecho. ¿Nuestra Iglesia Católica está en crisis por ello?, la respuesta es rotunda y clara, no. La cuestión dada no tiene que ver con lo que suceda, aunque sí se vea implicada, pero no necesariamente con aspectos de crisis o de desfavorecimiento de la fe. Tanto así que hasta a los más cercanos colaboradores del Santo Padre, incluyendo Cardenales y la Curia Romana, les causó sorpresa y no llegaban a comprender. Es justo y necesario, como bien lo decimos en la Santa Eucaristía, que, como humano que es, también sienta que sus fuerzas no son las adecuadas, como bien lo dijo. No veamos como lástima y con pena esta situación, sino que debemos mantener encendida esa llama y ese deseo ardiente para lo cual estamos confirmados: en defender nuestra fe. Ni tú, estimado amigo lector, ni yo, ni el más grande teólogo de los tiempos pasados y actuales, ha llegado a saber a plenitud la Excelencia y Magnanimidad de Dios, es un Misterio que lo podemos apreciar en la fe. Y esto se ha visto reflejado en la dimisión del Papa Benedicto XVI.

Aproximadamente, para Semana Santa del mes de marzo, contaremos con el sucesor de Benedicto XVI. Los Padres Cardenales, reunidos en la Capilla Sixtina en El Vaticano, elegirán, en el denominado Cónclave al Sumo Pontífice, que deberá continuar con el legado de Cristo, de San Pedro, de Juan Pablo II, y ahora de Benedicto XVI. Por este tema, han surgido debates, de los cuales he participado en uno de ellos que se desarrolló en nuestra ciudad, con respecto a quién sería el elegido. Muchos dicen que ya es hora de África, de América Latina, y es que éstas son reflejo de la Iglesia naciente, viviente y vivificadora, al igual que en Asia, Europa y Oceanía. No soy quien para dar a alguien como favorito o decir que deba asumir el Papado en marzo, ya que esta característica de que donde proviene el Cardenal, es lo de menos, porque nuestra Santa Madre Iglesia, es universal.

Muchas profecías anticipan y dicen tal o cual cosa, simplemente, debemos permanecer en nuestra fe; por cultura tal vez saber algo de ello, pero no explícitamente ser partícipes y portavoces de estas Profecías, que aparte de alarmar a la población, lo único que hacen es crear disturbios dentro y fuera de nuestra Iglesia, aunque más externa que internamente. Los medios de comunicación, muchos de ellos, no todos, lo único que hacen es tergiversar la realidad de los hechos, aduciendo tal o cual cosa. Yo les digo: no demos importancia a ciertas publicaciones que lo único a lo que aducen es a mentir y mostrar caretas falsas de la Iglesia. Si por mí cuenta, no ocultar nada, ser transparente y poseer credibilidad, esto es lo que nos hace grandes.

Se aproxima el 28 de febrero, fecha exacta, en la cual Benedicto XVI se despide de su Papado a casi 8 años desde que asumiera el cargo, o mejor dicho, el encargo, para retirarse a un Claustro. Es en este momento en que nos ponemos en pie y le damos gracias a este Santo actual, al Papa Benedicto XVI, por los pocos o muchos logros alcanzados durante su Pontificado, porque mientras muchos lo critiquen, yo y miles de fieles verdaderos lo estimamos de corazón, por ser pieza fundamental de nuestra fe, con Cristo y nuestra Madre, la Virgen María, nuestro Auxilio.

Yo lo declaro: Soy joven de la generación de Benedicto XVI, y estoy orgulloso por eso, ¡Benedicto XVI, por siempre en nuestros corazones!. Elevemos a Dios nuestras oraciones por la salud del Santo Padre, y también para que, entre los menos de 115 Cardenales electores, mediante la intercesión del Espíritu Santo, elijan al sucesor de San Pedro, fieles a las enseñanzas de Cristo.

Acabo de vivir la última Audiencia Pública de nuestro Santo Padre. Sin más. Muchas gracias Benedicto XVI por tu gran legado!

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